Angélica Muñoz
Estudié un semestre en la Universidad de Beira (Portugal)
Nadie me dijo que al subirme a ese avión la idea de mí misma se iba a destruir para reconstruirse. Aquí el tiempo pasa, diferente, pasa rápido, todo se vive más rápido. Este nuevo ritmo del reloj me ha llenado de ganas de ponerle pausa a la vida unas cuantas veces. Pausa a los amaneceres, a las carcajadas, a los abrazos, a los sabores, al sentir de la música y a la familia que arme aquí. Me di cuenta que preciso de pausar para poder seguir, darme un momentito y volverme espectadora. Aprender a vivir, sentir gratitud y seguir. Aunque al otro lado de la balanza hay momentos que pasan y esa dualidad me desarmó. Los altos de la compañía y los bajos de la soledad, me obligaron a abrirme la puerta a mí misma. Me presentó a alguien que siempre estuvo, pero a quien nunca le invite a conversar. Me cuestioné, me escuché, me acompañé y me ayudé. Y en ese proceso de reconocerme me abracé en una experiencia tan personal y solitaria. Aprender la importancia de abrazarme fue un acto de amor y también de supervivencia. Ahora me toca volver. Y aunque mi corazón está lleno de emoción, miedo y nostalgia. Ya sé que me tengo a mí. Siempre voy a estar agradecida por venir, formar una mini familia de la que siempre voy a ser parte y vivir en un pueblito europeo al que le debo una versión más auténtica de mí. Gracias Covilhã por la gente que encontré.